sábado, 28 de abril de 2012

Su placer desgarrador (II)

Ella hacía tiempo que había dejado de considerarse joven, sin embargo su cuerpo era joven, sus ojos seguían vírgenes de lágrimas, su boca era inexperta, su piel permanecía intactamente esculpida y su coño nunca había sido usado.
Ella era una persona hecha, su mente, que muchas veces funcionaba del revés, era como una roca que permanece impasible ante el choque del mar; su carácter intimista y forjado  le servía de atalaya, no obstante su corazón se mantenía tierno y calido.

Porque sabía que era injusto que se sintiera sola  rechazó sus sentimientos durante largos periodos rodeada de gentes variopintas hasta que aprendió que la vida misma no era justa, entonces porqué tenía ella que regirse por el camino de la justicia. Y fue cuando comenzó a paladear sus propios sentimientos aunque muchas veces fueran injustos, tristes o despreciables. Era joven pero ya era una mujer. En ese todo ese tiempo nació el amor en su interior, porque el amor es algo que no nos pertenece,  es algo impuesto por otra persona, a todos nos gustaría amar a quién nos ama, al que menos daño nos hace, al mas guapo, o simplemente amarnos a nosotros mismos,  sin embargo no podemos, nuestro amor no nos hace caso por la sencilla razón de que no nos pertenece, aún así el ser humano que siempre a todo problema encuentra una solución hace tiempo que descubrió que la única forma de vencer a un amor no deseado es echarlo. Pero el amor siempre duele y a ella le dolió como a todos, quizás alguna noche más que a todos o eso pensaba cuando se agarraba a la almohada, y con ello aprendió algo, el amor nunca le obedecería, pero ella sólo elegiría uno que fuera eterno.

Porque había sido curiosa y valiente palpó todos los placeres que se extendían a su alrededor, muchas veces sabiendo esperar al momento idóneo, otras sin tan siquiera perder el tiempo en preguntárselo a sí misma, por lo que muchas veces llegó antes de tiempo, eso no le importaba. Fue coleccionando placeres y deseos, hasta llegó a tener algunos repetidos, cuando pensaba que los tenía todos, el dolor llegó a su colección de placeres, orgasmos rojos con sabor a sangre. Con él una infinidad de sensaciones que no llegaba a abarcar, entonces ella agarró una duda o quizás fuera la duda la que la agarró a ella, pero si ni ella misma lo sabe, cómo voy a saberlo yo.

Al principio le era muy sencillo arrastrar esa duda, sólo con mirar hacia donde había colores y buenos sabores era suficiente, ella creía que la duda se aburriría y se iría, sin embargo su duda primero se agarró fuerte, después la apretó y terminó por entrar dentro de ella. Como ella no era capaz de entenderla entonces la duda empezó a ser vacío, negro y profundo, provocando una rabia tan íntima que la hacía sangrar. Y aquí empieza su historia.

Utilizó todos los placeres que había coleccionado, recurrió a hombres y a niños para llenar ese vacío, hasta algunos que ni siquiera le eran atractivos, folló pollas grandes y pequeñas, las tragó hasta casi provocarse el vómito, nada la saciaba. Estaba incompleta y era consciente de ello, sabía perfectamente lo que le faltaba, el dolor. Lo que fue un deseo se convirtió en necesidad, lo que al principio imaginó como un dolor físico se engrandeció hasta llegar a ser el más masoquista de los estados, el dolor mental. Ella iba de polla en polla y cuando la que se hubiera encontrado esa noche se había corrido orgullosa de haberla follado como nunca disimuladamente ella tenía que ir a llorar al baño porque su rabia insatisfecha en esos momentos se le hincaba implacablemente en el pecho, en la mente y en el coño. Cuando la ponían a cuatro patas y la follaban fuerte, casi violentamente, una sonrisa empezaba a esbozarse en su rostro pero al acompasarse las folladas y su coño mojarse lo suficiente como para disfrutarlas necesitaba los golpes, quería chillar que le pegasen sin embargo sus súplicas nunca salían de su boca porque aquellos hombres nunca habrían sabido pegarle de verdad. Le ahogaba  la necesidad de ser domada, sometida, emputecida.
Porque ella descubrió lo que realmente era, una perra, no le era suficiente con ser mujer, tampoco con ser una putita a veces, ella era una perra necesitada. Cada vez le era más difícil respirar a gusto y sonreír feliz, todo aquello la martirizaba, pero lo peor era como disminuía su esperanza de sentirse saciada. Pasaba las noches y los días con el coño mojado sin motivo, consciente de que por mucho que mojara no habría polla ni mano que la corriera como ella necesitaba. Hubo noches que para lograr dormir intentaba saciarse a si misma pajeándose de manera convulsiva con las dos manos, con tanta fuerza que su coño acaba dolorido, en esas noches antes de haber reposado el orgasmo anterior ya había comenzado el siguiente así hasta que acababa llorando de impotencia. Como no podía convivir con ello, ni mucho menos superarlo, la única solución que encontró fue apretar para meter esa necesidad en lo hondo de su corazón con la esperanza de poder volver a respirar.

Cuando había apretado tanto como para que ese vacío le dejara espacio para respirar y había logrado apaciguar su rabia a base de berridos nocturnos apareció Él. No importa dónde le conoció, ni cómo, ni siquiera el por qué intercambiaron la primera palabra, porque todas esas cosas sólo tenían la importancia de suceder.

Él realmente no apareció, la encontró, la observó con detenimiento y la convirtió en su presa desde la primera frase que le dedicó. No le importó si era buen momento para ella, no tuvo en cuenta sus miedos ni si ella querría ser encontrada, porque ya había decidido que ella sería para Él entera.  Y con ese único propósito se plantó delante de ella, la miró como un Dominante mira a la que sabe que va a ser su perra y después sonrió de manera calida, con eso fue suficiente para que la necesidad que había luchado por hundir durante tanto tiempo erupcionara desde su corazón directamente hasta su coño.

Él la usó la primera que la tuvo a solas, sólo porque deseaba hacerlo, porque sabia que ella estaba tan necesitada que podría hacer con ella a su antojo y eso le hacía a boca agua, no tuvo en cuenta sus miedos ni vergüenzas. Le habló en susurros y ella notaba como su coño se dilataba ante cada palabra, su voluntad se agachaba, entonces Él dejó de susurrar y dijo a plena voz VAS A SER MÍA. Ella no le creyó. Él la golpeó con la misma fuerza en sus nalgas y sus mejillas. La humilló como sólo puede humillarse alguien ante un completo desconocido. Porque aún no se conocían pero ella tenía que obedecer, tenía que  dejarse hacer, tenía que satisfacer todo lo que pasará por la mente de Él, no por sus propios deseos, ni por llenar el vacío que la había arañado por dentro, tenía que hacerlo por Él, porque era lo que Él deseaba. Él la postró y ella tragó con la garganta abierta, mientras la mano derecha de Él golpeaba sus mejillas sin ninguna de las contemplaciones que merece una mujer, le pegaba como se le pega a una puta que no te importa. Se relamió de hacer brotar las lágrimas en los ojos de ella, acercó su lengua y las lamió, porque las lágrimas también le pertenecían. Y cuando se hubo saciado la acarició con la calidez propia de quien acaricia lo que es suyo y se fue.

Porque no entendía nada de lo que había sucedido ella se quedó tirada sobre la cama desgarrada.






                                                                                                                                        Continuará

lunes, 9 de abril de 2012

El miedo

El miedo lleva a la ira.
La ira lleva al odio.
El odio lleva al sufrimiento.


El miedo es el camino hacia ninguna parte...