jueves, 7 de marzo de 2013

Iluso


Y simplemente saltó.

Desde  lo más alto del edificio, podría haberlo hecho cogiendo carrera pero lo hizo lento, colocó sus manos sobre muro que delimita el vacío, se alzó y fácilmente estaba de pie sobre el borde.
Tenía la sensación de que el mundo estaba a sus pies y sólo había una calle escueta, era su momento el mundo que pretendía seguir girando, él lo iba a detener. La caída de un iluso no detiene ni su propio mundo, porque sus hechos, sus circunstancias, sus personas no dejarán de girar, no supiste agarrar las riendas y por muy fuerte que tires de ellas el caballo no aminorará su galope.
Ni siquiera lo hizo rápido, estaba erguido con la puntas de los pies pisando el aire, la figura más orgullosa sobre dos piernas, no había realidad en ello. Aquel que no conoce la existencia del orgullo nunca podrá crearlo o proyectarlo, era su momento y era una mentira, de una mente malgastada por el uso fraudulento del talento. Alzó los brazos con las palmas extendidas sonriendo a la cara al cielo, fachada de la supuesta falta de miedo. Eso sí, era cierto. No había ningún redoble de pánico en su espíritu, aunque no era por los estruendos del valor, más bien lo que había era un cómodo silencio mucho más agradable que las trompetas desafinadas de la incomprensión al muchas veces insípido hecho de vivir.
El acto final del teatro fotográfico era levantar la cabeza, cerrar los ojos, respirar profundo colmando de tópicos de sainetes podría haber llovido, pero el  rubio saulo reinaba gritando a millones de kilómetros que él haría que fuera un día precioso susurrándole al oído que no lo haría por el, que no se esconde por ilusos.
A pesar de todo esbozó una sonrisa de persona que se encuentra tranquila todo lo amplia que permitía su boca, la indefinición de una sonrisa tranquila provoca efectos dispares pudiendo ser contagiosa o letal, miedo dan la sonrisa tranquila en un boca malavenida, el mismo frío que el calor al verla en los labios de tu madre.

Entonces simplemente se dejó caer, ni siquiera saltó.
Flotar durante el segundo más largo de una vida y vértigo abismal, presión extrema en los oídos, pérdida funcional de los sentidos, vómitos, una broca del diez taladrando tu cerebro y pesar más que el mundo.

Caer.







VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR
VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR
VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR
- Yo vuelo, ¿sabes?
- ¿Quién coño eres?
- Yo se volar, ¿sabes?
- Que… ¿quién coño eres?
- Te esto diciendo, ímbecil, que estoy volando, que no caeré porque yo sé volar. Que el sol no se bajará por mi pero yo no voy a desaparecer por alguien como tú. Tú no tienes el poder de matarme porque no  has sido capaz de aprenderme. Volaré hasta posarme tranquilamente en la cornisa que yo decida, puedo hacerlo sin alas o arrancarme de la espalda unas enormes alas de plumas blancas. Mírame, tú que eres él único que puedes, como me deslizo por el aire sonriendo orgulloso de lo feliz que tu no has sabido hacerme porque eso me ha enseñado a volar.