Y simplemente saltó.
Desde lo más
alto del edificio, podría haberlo hecho cogiendo carrera pero lo hizo lento,
colocó sus manos sobre muro que delimita el vacío, se alzó y fácilmente estaba
de pie sobre el borde.
Tenía la sensación de que el mundo estaba a sus pies y sólo
había una calle escueta, era su momento el mundo que pretendía seguir girando,
él lo iba a detener. La caída de un iluso no detiene ni su propio mundo, porque
sus hechos, sus circunstancias, sus personas no dejarán de girar, no supiste agarrar
las riendas y por muy fuerte que tires de ellas el caballo no aminorará su
galope.
Ni siquiera lo hizo rápido, estaba erguido con la puntas de
los pies pisando el aire, la figura más orgullosa sobre dos piernas, no había
realidad en ello. Aquel que no conoce la existencia del orgullo nunca podrá
crearlo o proyectarlo, era su momento y era una mentira, de una mente
malgastada por el uso fraudulento del talento. Alzó los brazos con las palmas
extendidas sonriendo a la cara al cielo, fachada de la supuesta falta de miedo.
Eso sí, era cierto. No había ningún redoble de pánico en su espíritu, aunque no
era por los estruendos del valor, más bien lo que había era un cómodo silencio
mucho más agradable que las trompetas desafinadas de la incomprensión al muchas
veces insípido hecho de vivir.
El acto final del teatro fotográfico era levantar la cabeza,
cerrar los ojos, respirar profundo colmando de tópicos de sainetes podría haber
llovido, pero el rubio saulo
reinaba gritando a millones de kilómetros que él haría que fuera un día
precioso susurrándole al oído que no lo haría por el, que no se esconde por
ilusos.
A pesar de todo esbozó una sonrisa de persona que se
encuentra tranquila todo lo amplia que permitía su boca, la indefinición de una
sonrisa tranquila provoca efectos dispares pudiendo ser contagiosa o letal,
miedo dan la sonrisa tranquila en un boca malavenida, el mismo frío que el
calor al verla en los labios de tu madre.
Entonces simplemente se dejó caer, ni siquiera saltó.
Flotar durante el segundo más largo de una vida y vértigo
abismal, presión extrema en los oídos, pérdida funcional de los sentidos,
vómitos, una broca del diez taladrando tu cerebro y pesar más que el mundo.
Caer.
VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR
VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR
VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR VOLAR
- Yo vuelo, ¿sabes?
- ¿Quién coño eres?
- Yo se volar, ¿sabes?
- Que… ¿quién coño eres?
- Te esto diciendo, ímbecil, que estoy volando, que no caeré
porque yo sé volar. Que el sol no se bajará por mi pero yo no voy a desaparecer
por alguien como tú. Tú no tienes el poder de matarme porque no has sido capaz de aprenderme. Volaré
hasta posarme tranquilamente en la cornisa que yo decida, puedo hacerlo sin
alas o arrancarme de la espalda unas enormes alas de plumas blancas. Mírame, tú
que eres él único que puedes, como me deslizo por el aire sonriendo orgulloso
de lo feliz que tu no has sabido hacerme porque eso me ha enseñado a volar.