domingo, 28 de noviembre de 2010

UN CUENTO APARENTEMENTE CLÁSICO (I)

Este cuento empieza como muchos otros... Érase una vez un joven que deseaba convertirse en caballero andante. Con tal propósito se escapó de casa y se dirigió hacia el gran castillo azul, que se encontraba en la capital del reino.
El joven tuvo un viaje apacible hasta llegar al castillo, sin embargo al llegar allí entendió lo que había escuchado por el camino. Él no se parecía en nada a los hombres que aspiraban a ser caballeros andantes, mucho menos a los que ya lo eran. Shoyu, que así se llamaba nuestro joven, era más delgado, más bajo, menos rubio, menos fuerte que aquellos hombres, y había un motivo para todo ello, nuestro héroe había nacido en lugar muy muy lejano a ese castillo y ese reino. Shoyu había nacido en un cuento de magos del que se escapó para encontrar un cuento de caballeros andantes donde armarse caballero.

Durante meses estuvo deambulando por el castillo y sus alrededores intentado aprender como ser un auténtico caballero andante y aunque nadie se prestó a enseñarle nada aprendió cosas muy importantes. Lo primero de lo que se dio cuenta es que los caballeros andantes llevan enormes armaduras de metal que cubren todo su cuerpo, unos las llevan más limpias y otros totalmente abolladas, pero todas eran majestuosas tanto las que estaban hechas completamente de oro como las hierro forjado y oxidado. Por supuesto el joven había venido preparado a la capital y con las monedas que había ahorrado busco en todas las tiendas de los mercaderes de la cuidad por una armadura apropiada para  él, aunque fue imposible encontrarla porque todas pesaban demasiado para su flacucho cuerpo, cuando encontraba alguna de esas grandiosas armaduras que fuera de su talla no era capaz de dar tres pasos seguidos. Después de su experiencia negativa con las armaduras decidió centrarse en lo importante, la espada y el escudo. Las espadas que usan los caballeros andantes eran llamadas mandobles porque para poder blandirlas eran necesarias ambas manos debido a su tamaño. Las risas del dueño de la primera armería que visitó se escucharon en todo el barrio de las herrerías. Shoyu insitió e insitió hasta que le sacaron uno de esos mandobles, su sorpresa fue que la espada era casi igual de alta que él. Para ser un auténtico caballero necesitaba poder levantar una de esos mandobles por encima de su cabeza llevando a la vez un escudo de madera maciza. Fue imposible.

Shoyu lloró desconsoladamente durante los días que preparó su regreso al cuento de los magos. No había hecho muchos amigos y apenas tenía pertenencias, volvería a casa igual que se fue, pero en su viaje había perdido una cosa, su sueño. ¿Un sueño inalcanzable? Sí.
Con todas sus cosas en una mochilla y habiendo encontrado un buen cayado para el camino se dirigió a la salida de la ciudad. Para llegar hasta el gran pórtico era inevitable pasar por delante de la entrada del barrio chino. Había visitado toda la ciudad que se cernía en los alrededores del castillo azul menos uno de sus barrios. El barrio chino, o barrio bajo según quién lo nombrara. Se decidió a visitarlo antes de marchar, que podía importar unas horas más o menos. El bullicio, los colores, los extraños ropajes habían despertado su curiosidad. Caminó sin rumbo alguno por sus estrechas calles llenas de olores fuertes y nuevos, probó la sopa amarga y el lomo te pato confitado. Le gustaba aquel lugar. No se parecía en nada al resto de la cuidad, sus casas estaban decoradas con telas rojas, las lámparas adornadas con papel e incluso en alguna calles el suelo estaba empedrado. Sin embargo hubo algo que captó su atención por encima de todas esas cosas. Una espada. No se parecía en nada a las espadas que había visto anteriormente. Más corta y menos pesada, hoja fina y de una única cara afilada. Al sostenerla en sus manos comprobó su ligereza y la facilidad con la que podía usar aquel tipo de espada. Pagó a un niño que conoció por la calle para que le llevara a las mejores armerías del barrio y en ellas encontró todo lo que necesitaba. Armadura, de arcilla y cuero, espada, el tendero la había llamado katana,  incluso se compro un caballo.

Sólo le faltaba una cosa, que el rey lo armara caballero. Para eso tenía que tenía que completar algún cuento y volver victorioso a la ciudad. No tenía aspecto de caballero andante en absoluto, no obstante se dirigió al gran tablón de anuncios de la plaza de la catedral. El tablón de anuncio era el lugar donde se colgaban los papiros en lo que se daba la información sobre los distintos cuentos para caballeros andantes, cuantos más de ellos completase un caballero mayor sería su fama y su reconocimiento.
Aquella tarde el tablón estaba lleno de papiros: caza de dragones; matar a un troll; cruzadas cristinas: salvar a príncipes y princesas en los lugares más recónditos; vencer a brujos, demonios y vampiros… Bajo todos aquellos grandiosos cuentos había un manuscrito de aspecto viejo y casi tapado en su totalidad, cómo olvidado. Retiró aquellos que le impedían leerlo. Salvar a la princesa perdida rezaba el título del cuento. Era algo sencillo a simple vista, una princesa fue capturada por un temible brujo al no responder a su amor y la encerró en lo alto de una enorme torre. Lo único que retenía a la joven en aquella torre era un hechizo por el cuál aquella persona que subiera la escalera nunca podría usarla para bajar. Shoyu arrancó la hoja del tablón y se volvió hacia su caballo. A su alrededor empezaron a sonar risotadas y burlas, tanto por su aspecto como por la misión que había elegido.

Cabalgó durante días en dirección a la torre y en viaje fue meditando la manera de llevar a cabo la misión. Una vez que subiera por la escalera, ¿cómo saldrían de allí? Realmente sólo existen dos maneras de salir de una torre: por la escalera o por la ventana. ¿Y salir volando?
Gracias a sus conocimientos de magia construyó un pequeño artilugio que les permitiría salir volando de aquella cárcel.
Por fin llegó a los pies de la torre, la cuál no era custodiada más que por un cartel que explicaba el embrujo que había cernido sobre la torre. Portando el artilugio que había construido a la espalda entró en la torre y subió los 50000 escalones hasta llegar a una enorme puerta de madera. Llamó respetuosamente y del otro lado sonó una voz femenina. Al abrirse la puerta apareció tras ella el ser más hermoso que había visto jamás. En el momento que sus miradas se cruzaron quedaron enamorados el uno del otro para siempre.

Pasaron meses en lo alto de la torre y cada día era más especial que el anterior. Él le contó que quería armarse caballero y sus historias para conseguirlo. Y ella le dijo que nunca saldría de aquella torre, que se quedaran allí juntos. Shoyu accedió con la esperanza de que algún la convencería de que salieran juntos de la torre.  El tiempo continuó pasando,  una noche mientras ambos estaban desnudos sobre la cama, ella apoyó su cabeza sobre el pecho de él y le susurró: salgamos de esta torre, vivamos. Y ambos sonrieron durante toda la noche.
A la mañana siguiente Shoyu preparó la maquina para volar y la princesa recogió todas sus pertenencias. Se subieron al quicio de la ventana ambos agarrados mirando al vacío entonces dentro de la princesa nació el miedo: ¿y si falla la máquina? ¿qué hay fuera de la torre? ¿y si echo de menos la torre? ¿dónde viviremos? ¿me amarás toda la vida? ¿te amaré igual fuera de la torre?
Cada siguiente pregunta que aparecía en su mente se iba separando más del quicio de la ventana. Sus miradas se volvieron a cruzar justo de la misma manera que la primera vez que se vieron y la princesa envuelta en lágrimas corrió hacia Shoyu y cuando llegó hasta él le empujo, tirándole por la ventana.  Sabía que no sufriría daño alguno en la caída pues tenía en sus manos la máquina para volar y simplemente se apoyo en el marco de la ventana para ver como se alejaba entre las nubes.

Shoyu voló sin rumbo envuelto en lágrimas hasta que la magia se acabo y aterrizo en medio de una ladera.  Su sorpresa fue máxima cuando nada más tocar tierra apareció delante de él Merlín, el más grande de los magos.
Así que aquí estás pequeño mago. Shoyu no se atrevía ni a levantar la mirada sabiendo la enorme bronca que se le venía encima. Sin embargo Merlín cogió unos troncos sueltos y armó una hoguera en la que comenzó a hacer algo de comida. Mientras comían le pidió que había estado haciendo fuera de los cuentos de magos. Shoyu le contó toda la historia sin que Merlín le interrumpiera ni una sola vez. Cuando terminó miro a Merlín, en cuyo rostro inescrutable sentía algo de admiración, y le preguntó: ¿qué cree que debo hacer?
Merlín esbozó una sonrisa calida y respondió: Yo, joven, sólo veo tres posibilidades. La primera volver a esa torre e intentar convencer a la jovencita de que salte contigo, aquí te arriesgas a que vuelvas a no conseguir la prueba por segunda vez, a parte de perder tu orgullo.
La segunda olvidarte de esa princesa y de esa torre, cabalgar hasta el castillo azul y elegir otro cuento para armarte caballero, aquí aceptarás tu derrota pero acabarás siendo caballero andante si eres capaz de conseguirlo.
El tercero es olvidarlo todo y venirte conmigo a los cuentos de magos, aceptar que naciste mago y renunciar a tu sueño. Todo será más fácil te lo aseguro. Pero… ¿serás feliz así?
¿Y cuál camino debo elegir? Preguntó el joven.
Yo puedo mostrarte los caminos joven no elegir por ti. Respondió Merlín.
Siguieron comiendo en silencio.



2 comentarios:

  1. uuuuuuuuuuuuffffffffffff...estoy muy intrigada y deseosa de seguir leyendo...

    gracias..espero la segunda parte...

    Un abrazo

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  2. jajaja...
    Gracias a ti danae...
    Le queda un poco a la segunda parte para salir, pero saldrá.
    Algún consejo para el prota??? jajajaja...

    Un abrazo

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